El 24 de abril tuvo lugar en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura una mesa redonda en la que se abordó uno de los problemas más importantes que afectan al Barrio de La Rubia, metros y metros de abandono con un aparente dueño, pero sin propósito. Tres voces relevantes debatieron sobre el futuro de los antiguos cuarteles militares. La conversación giró en torno a la recuperación de estos espacios, su valor urbano y social, y los obstáculos administrativos que impiden su transformación.
Desde la silla izquierda, el investigador Federico Camerin ofreció una visión comparada del tratamiento del patrimonio militar en Europa. Recordó que en España el proceso de enajenación de estos terrenos lleva más de una década sin una solución clara. Frente a ello, expuso modelos como el de Alemania, que plantea una recuperación gradual de suelo militar hasta 2050, permitiendo su apropiación ciudadana antes de una rehabilitación definitiva. También mencionó el caso de Italia, donde una agencia estatal gestiona estos espacios con consulta pública, aunque sin dar poder real de decisión a la ciudadanía. Camerin recalcó que “no es lo mismo información pública que participación” y defendió la necesidad de una gestión transitoria, que permita usos comunitarios mientras se resuelve el desarrollo formal.
Situado en el centro, el concejal de Urbanismo, Ignacio Zarandona, ofreció una visión más local. Habló del deterioro de los 100.000 m² de área militar en el barrio de La Rubia, propiedad aún del Ministerio de Defensa, y de cómo este abandono afecta directamente a los vecinos. Señaló la frustración creciente por la falta de avances y subrayó la urgencia de dar respuesta a las demandas vecinales, no solo desde el planeamiento, sino también desde la convivencia diaria.
En la parte derecha, el político Javier Izquierdo centró su intervención en el problema del acceso a la vivienda. Recordó que la crisis de 2008 frenó la construcción y que hoy existe un fuerte desajuste entre oferta y demanda. Propuso que los terrenos de Defensa pasen a manos de SEPES, entidad pública encargada del desarrollo de suelo, y se destinen a vivienda asequible. Sin embargo, advirtió que el mal estado de muchos de estos edificios impide soluciones inmediatas, como la cesión temporal de uso. “Esto requiere coordinación entre administraciones y un compromiso político firme”, concluyó.
Entre propuestas ciudadanas, se planteó la apertura de una ruta que conecte calles hoy separadas por el recinto militar, y el uso de un antiguo pabellón. Más allá del debate técnico, la mesa coincidió en una idea esencial: evitar que estos terrenos se conviertan en mera especulación. El reto está en transformar un espacio cerrado en un lugar útil para el barrio, gestionando no solo su futuro, sino también su presente.
Cuando el acto llegaba a su fin, el representante de la asociación vecinal, cansado de promesas y trámites interminables, resumió el sentir colectivo con una frase inesperada pero rotunda. “¡Arráncalo, por Dios!”.
No fue una súplica a un coche de Fórmula 1, sino al proceso paralizado que mantiene al barrio bloqueado. Un grito popular que, entre la ironía y la frustración, selló la conclusión de la mesa.
Buen resumen, añadiría la repercusión que tiene sobre el barrio la falta de espacios públicos y la necesaria puesta en marcha de la urbanización de los cuarteles.
Prodia realizarse otra publicación incorporando los trabajos de los alumnos de arquitectura que están planteando ideas sobre las actuaciones posibles a realizar